Hace años escribí esto, fue una forma de ponerle palabras a lo que estaba viviendo en ese momento. Nunca pensé en hacerlo público, pero hoy, en este Día de Pascuas, quiero celebrar este renacer de los astros, de la vida, de nosotros y de mí misma, compartiendo con ustedes estas reflexiones. Porque siento que de esto se trata en el fondo el Coaching: de morir para renacer.
Baño de tumba
“De cuando en cuando y a lo lejos, hay que darse un baño de tumba” – Pablo Neruda
De pronto, uno lo siente como una certeza visceral, como un llamado irresistible. Es hora de darse un baño de tumba. Sumergirse en él como quien va a ser parte de una iniciación: lentamente, sin prisas, sintiendo el contacto del agua en el cuerpo, fría, suave, acariciante…Con plena conciencia de que vamos perdiendo la conciencia, como quien se va durmiendo en el profundo sueño de la anestesia, sin poder hacer nada por detenerlo, sin querer resistirse a su misterio. Diez, nueve, ocho…
Dejarse ir, voluntaria pero inexorablemente. Apagar la pantalla. Vaciarse de todo aquello que nos define: un rostro, un cuerpo, un nombre, una voz. Detener los relojes. Parar el tic tac del corazón y el ir y venir de pensamientos, interrumpir el flujo de la sangre y los sentimientos, desconectarnos de todo lo que nos ata, soltar el hilo del globo, verlo partir…
Y desde allí, desde lo más profundo, excluirse del mundo, de la rutina de cada día y tener el coraje de entender que nada pasa, que nada cambia, que la vida sigue su curso. Igual que siempre. Como única forma de recuperar la humildad de ver el mundo desde fuera, como lo que realmente es, un océano mucho más grande que la pequeña ola que nosotros, con mucho esfuerzo, formamos…
Un baño de tumba. Un baño de ácido. De un ácido que nos va sacando la piel, que va desintegrando las vendas una a una, para que estemos al fin en carne viva, libres, sin necesidad de adornos, plenamente en contacto con lo esencial de nosotros mismos. Que nos sacude de una vez por todas el polvo de los mandatos, la contaminación de lo conveniente, las expectativas de los otros como capa tras capa de una pesada envoltura.
Un baño de tumba para aceptarnos inaplazables.
Y desde allí, en lo más profundo, en la más absoluta soledad, donde nada cuenta, o todo…despojarse del miedo, animarse a sumergirse en el misterio, y desde allí volar…
Dejar abajo la cáscara, las vendas, la máscara…Un baño de tumba para tomar vuelo y ganar vida.
Y desde allí, en lo más alto, saberse liviano y vacío, vacío como solo puede estarlo algo antes de llenarse de nuevo. Y volver a decidir con qué llenarse, volver a recibir, darle la bienvenida apasionada a todo lo que elegimos volver a adoptar como nuestro: un rostro, un cuerpo, un nombre, una voz. Reinventarse. Poner de nuevo en marcha el reloj, inflar nuestro globo e irnos reconociendo de nuevo, nosotros, los mismos, pero profundamente transformados. Recobrar los sentidos, las emociones, los pensamientos, pero sabiendo que hay mucho más misterio dentro de nosotros de lo que queremos aceptar. Lo más sublime, y lo más bajo y aterrador. A la vez. Definiéndonos y completándonos.
Volver a andar, con la convicción de quien estuvo muerto y se mezcla de nuevo entre los vivos. Sin máscaras ni barreras, sintiéndolo todo, apreciando la luz, la vida, el flujo de la sangre corriendo por las venas, el misterio del minuto siguiente, el no saber nada, y el saberlo todo…
Hasta el próximo baño de tumba.
Maria Lujan Brinzoni – Mayo 19 de 2005
¿Qué es un baño de tumba? Nunca lo entendí
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Hola Leni! Es una expresión que usa Pablo Neruda en un poema llamado «No tan alto». Tiene que ver con visitar el lado oscuro, la propia muerte en cierta forma, la real y la simbólica. Si somos capaces de eso, surge una nueva consciencia, que nos permitirá valorar más nuestra vida, y nuestros lados luminosos. Saludos y gracias por tu pregunta!
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